martes, 30 de enero de 2007

- Yo sabía que íbamos a terminar así, así, en la cama. Te vi y supe. Es como que en el fondo uno siempre sabe.
- Yo también sentí eso, ¿tú crees en la química?
(En la cama de Matías Bize)

lunes, 29 de enero de 2007

Madelin


¡¡¡Oh!!! Madelin ya es toda una mujer... :)

martes, 23 de enero de 2007

Capítulo 4: Ellos



Ahora escucho Katie Melua, miro el tiempo en Budapest, sé una nueva receta de albóndigas y caen de mi boca ¡skazsin! y ¡egezsegedre! para que todos puedan comprender. Las dos nos vemos en ellos con gestos y palabras, buscamos vuelos y fotos, mandamos mensajes, mails, regalos, ponemos nombres en magyar.

El día que se iba temblaba de nervios, sonreía, hacía sus ruidos característicos, inquieto por si sus cuchillas o jeringas le jugaban una mala pasada en el control policial. Cuando les vi despedirse supe que eran dos piedras preciosas difíciles de encontrar y me sentí espectadora de una amistad digna de admirar. Mereció la pena no dormir. Nos dimos la vuelta y le dejamos a salvo. Y nos sentimos vacíos.





Cuando le conocí ya sabía quien era. Me pareció serio y me agradó nuestra conversación. Pronto le cayó la máscara y apareció el niño grande que pedía comer, dormir y alcohol para lanzar besos sinceros de labios hacia el sur y hacernos llorar de risa con sus frases y ademanes ingeniosos. Sus despistes y aire inocente, su impuntualidad, nos producían ternura. De ahí "el pequeñín".






Pero su lado adulto acertó siempre. Con su discreción y sus silencios iluminados de miradas cuando todo se hundía. Su lealtad, su amistad pura y sin escisiones hacia él. Su manera de escuchar, comprender y opinar cuando todo salió a la luz. Su beso junto al teléfono aquel día de cumpleaños, anisedad y castigo. Le echamos mucho de menos.







Él me daba miedo. Era mi alumno y yo había sido oyente de una clase de gramtática en la que su sarcasmo e inteligencia ponían en alerta al profesor. Mis clases fueron divertidas y dinámicas gracias a él; aunque se me fuera de las manos y nuestra complicidad y amistad hiceran punzantes y desconcertantes comentarios y miradas.






Se complementaba a la perfección con el pequeñín. Con su responsabilidad, su saber estar, su sexto sentido, su tacto. Preguntaba por lo nuestro, por los nuestros, veía fotos, se empapaba de todo, fotografíaba con sus ojos y su cámara todo lo que le rodeaba. Tenía siempre un abrazo en el bolsillo, la palabra perfecta, la mirada despierta, cómplice. Siempre escondido tras sus flechas de fuego, su acidez compartida con ella.





Allí esta, decubriendo rincones, cogiendo teléfonos, aprendiendo idiomas, doblando sábanas (sí, ya sabes que hay pocos con su lienciatura que las doblen tan bien) y haciéndose querer, claro.







(Enero 2006)

lunes, 22 de enero de 2007

Capítulo 3: El personal

Él no se merece ni una sola línea. Explotador, retorcido, egoísta, machista, jugaba creyendo hacer gracia…Sólo en una ocasión me dio pena, y no fue ninguna de esas veces que lo intentaba con sus chantajes emocionales. El día que todos nos íbamos de fiesta y él, sólo, con su vaso de sangría, haciendo sus ridículos chistes, intentando captar a alguien que le diera conversación (o que aguantara la suya, porque por supuesto tampoco sabía escuchar). Daba pena, sí, ver a alguien tan patético.


El día que la conocimos de su boca salió una mínima presentación y lo que nos pareció un cumplido, “cualquier cosa que necesitéis…”. Habíamos hablado con ella por teléfono, éramos de su ciudad y nuevas. Tan sólo era su lucha por una libertad que nada tenía que ver con nosotras. Costumbre, también, de ver pasar a gente que tarde o temprano se va, mientras que ella se queda sintiendo que siempre sucede lo mismo, que quizá no merezca la pena poner lazos. Un escudo de superviviente, nada más.
En las primeras conversaciones incluso se esforzaba en su papel de defensora, pero poco a poco sus armas se fueron cayendo. Hubo un punto de inflexión y todo cambió. Fue en San Miguel Bajo, hartas, compartimos cervezas, retazos de nuestras historias, temores. Fue una noche en la que decidimos bebernos la vida, cansadas del paseo impuesto y contentas con el descubrimiento. Desde ese momento fue intocable.


Almuñecar nos hizo ver que no era producto de la situación, nos reímos, nos confesamos, borracheras que se nos iban de las manos, sueños con dientes rotos, miedos…bebimos, cantamos e hicimos muchos planes que horas más tardes se rompieron. Cuando hablamos por teléfono después de las novedades eché de menos todo lo que podíamos haber tenido y no íbamos a tener. Mis despedidas con ella han sido las más emocionantes de mi vida. Pero ella ya esta en mí y quién sabe si en mi futuro.



Me da rabia no haber tenido más tiempo para observarla, hablar con ella, para analizar su ambigüedad, para entender como alguien con más oportunidades aguanta desplantes, comentarios fuera de lugar y una explotación total. Hacía camas, cogía el teléfono, hacía de niñera, iba en coche y cargaba colchones, ropa o lo que hiciera falta, aguantaba a los alumnos, tenía que saber dónde estaban los libros, organizar fiestas y hacer de guía en paseos inesperados. Nunca he visto fregar a nadie tan rápido. Tenía que vivir allí sin opción a sentarse a ver la televisión. Debía de dormir poco y, mal comía muchas veces en la oficina. Eso sí, tiene unas manos impresionantemente bonitas, a pesar del duro trabajo.
Quizá la vida había sido dura con ella y prefería aguantar horas de trabajo que aprender a vivirla sin temores. No tenía tiempo de pensar. O quizá le compensaba, los estudiantes le agradecían sus paellas y su ayuda, verse rodeada de jóvenes y sentir que estaba viva, que le echaban treinta y pico cuando eran cuarenta y dos. Fiestas multirraciales, sentirse necesitada.
Un humor de mal despertar era inherente en ella, sus enfados los pagaba con los demás o con él, siempre sin decirle nada a la cara, sin darse cuenta que al final lo que le sucedía es que estaba enfadada con ella misma. Pero a veces sabias que te entendía, que sin querer te miraba con complicidad, que te llamaba a escondidas ofreciéndote una habitación, o haciendo un papel de hermana mayor con complejo de Electra. Entonces te dabas cuenta de que todo en ella eran buenas intenciones.
En la cocina nos contó que tenía un hijo que había crecido en España y estaba en el ejército. No le veía mucho. Contaba la historia como si no fuera con ella, sólo un pequeño tono de sonriente amargura al hablar de un ex marido que no se debió portar bien.
La segunda vez que hablamos fue en Almuñecar. Era de buena familia y había estudiado económicas. Había ocupado un cargo político de un partido de izquierdas, pero ella dice que salió de Ecuador por motivos personales. Tuvo oportunidad de irse a EEUU con su hermana pero eligió España por el idioma. Estuvo en Madrid y tuvo una libertad que nunca había vivido. Me dijo que había sido duro. Lo dijo sonriendo. Llevaba ya catorce años en Granada y cuatro trabajando para él.
Creo que perdió el norte. Que creyó encontrarlo allí, sintiéndose imprescindible, y lo era, pero de la manera incorrecta. Un día, quizá en el fondo, dolida, sintiéndose abandonada y envidiosa porque ella que llevaba un año había conseguido irse, me habló de profesionalidad. Yo, en menos de un mes caí alguna vez, sintiéndome culpable por algo que no dependía de mí. Ella, después de años no veía nada más. Sí, es una profesional, pero ha olvidado que el ser cumplidor con el trabajo da igual cuando no crees en lo que haces, cuando no compartes, cuando todo esta mal, cuando va en contra de todo principio, cuando te haces cómplice. En este caso es mejor no ser profesional y ser persona. Por uno mismo y para uno mismo.



Creo que fue la primera cara que ví al entrar en la Escuela. Sentada en el banco hablaba con alguien. Podía haber sido rara, antipática, tardar tiempo en descubrirnos, mirar con recelo por ser la tercera. Nada más lejos de la realidad, se unió a nosotras para ser tres siamesas. Fue un fin de semana intenso. Nos apoyó en nuestros enfados, nos hizo reír hasta llorar, y se que pase lo que pase siempre podré recurrir a su teléfono en mi móvil. Cariñosa, siempre de buena humor, trabajadora, compartió comidas, nos hizo postres, me dejó a sus amigas, su casa, sus hermanos, su cama…Quiero escuchar como inventa palabras, la música de su móvil o que pendientes lleva hoy. Por eso espero impaciente que venga a visitarnos. La locura de irse sin saber donde se va merece la pena sólo por conocer a gente como ella.





Había convivido con ella los seis días en Londres y alguna noche de ordenador y alcohol en su casa. Llevábamos años viéndonos casi a diario en nuestro banco del amor, pero también el nuestro era un futuro incierto. No tendría palabras ni días para explicar lo que ha sido, lo que es ella.
El día que tuve que ir a Almuñecar era un sábado difícil, y aunque mi mente me tachaba de pueril, mi corazón se deshacía por ser la primera vez que nos separábamos. Ella siempre hace regalos, como el de aquél día precisamente, la sorpresa de llegar con ellos, sonreía con su bolsa de lunares, me miraba con complicidad, reía como una niña pilla.
Y sí, nunca la he visto reír tanto como en Granada. Tuvo fiebre, días de llamadas duras y silencios, y reía. Ella, poco hija de la medianoche salía hasta tarde. Gesticulaba, bailaba, cantaba y se dejaba abrazar olvidando su sequedad del norte. Aparecía con una caja de galletas si mi día era duro, buscaba en las páginas amarillas si yo perdía el norte, me enseñaba con sus desplantes que ante todo están los principios, me reponía coca-cola para mi síndrome de abstinencia, me regalaba ironía y sarcasmo para no tomarme demasiado en serio la vida.
Juntas hemos amanecido en mitad de la noche, rodeadas de humo, cine y fraternidad. Hemos compartido una amistad a cuatro difícil de encontrar. Tenemos marcas de maletas, de accidentes y piedras de Bocanegra. Fotos, sabores de tostadas con tomate, de chocolate de la calle Elvira.
Volver sin ella fue duro y raro. Ahora quizá nos vemos y hablamos más, reímos menos, nos queremos como hermanas, ahorramos para el billete de avión y sentimos lo que ha cambiado, lo que nos ha cambiado. Y esta historia, que es nuestra, no habría tenido sentido sin ella, sin Cris Cris.

(Noviembre 2006)

Capítulo 2: Los edificios

LA ESCUELA:

Nunca hubiera imaginado que era así. Era una residencia, y la primera noche, aquella fiesta, aquel cuartito con baño, durmiendo al lado de Cris, me pareció un estupendo hotel rural. Ví todo bastante limpio (Mercedes le echaba muchas horas) y los baños tardaron en ser míos tan sólo dos o tres días. El patio me tenía hipnotizada, al mirar hacia arriba me venía la imagen de uno que ví en una película que todavía no he conseguido recordar.
A la terraza sólo le faltaba una piscina, algo con lo que soñábamos en cada descanso de clase. En el medio y transparente. Aromas de té, de cigarros y de enfados en esas sillas de madera.
Una cocina que algún día tuvo infecciones y que a mí siempre me pareció que estaba bien, incluso el día que descubrimos el cerebro en la nevera que tanto nos hizo reír. Sólo nuestro amo de la casa palestino se atrevió a tocarlo.
Pero me quedo con el banco del patio. En él, las dos tomamos decisiones importantes, fumamos y preparamos clases. Hicimos fiestas del jabón, apoyamos maletas y fraguamos amistades. Desde allí escuchamos un trocito de Valladolid, fuimos testigos y partícipes de despedidas, de desprecios y de turistas. Y al lado del banco, la piedra, justito en esa piedra empezó todo.


LA TIÑA:

¿Qué puedes esperar de un lugar si uno de sus inquilinos es un hombre que paga su habitación con el dinero que gana deleitando a los viandantes con las notas de su guitarra? Nunca supimos como se llamaba, sólo que un día debió de decidir que era mejor ver la vida a través de unos ojos estáticos, perdidos, producto seguramente de las drogas. Es italiano, y no se imagina el juego que dio en nuestros días.
Nosotras nos negamos a quedarnos, estaba bien, sin terraza, con un patio estupendo, pin-pon y libertad. Pero el cuarto no nos convencía, y él menos, con su táctica de invitarnos a pasteles.
Al resto no les conocimos mucho. Marina, la francesa siniestra, con su forma de hablar con cadencia, casi perfectamente. Esa chica alemana que el último día bailaba descalza en mitad de la pista. Mike, americano y malabarista. Víctor me dijo que muy buena persona, Cris me contó que hacía un truco muy bueno elevando el cuerpo con una barra. Y ellos, claro.
La cocina, lo mejor, con ese aire de comuna hippie. Allí probamos albóndigas húngaras, fumamos y nos fumaron. Nuria nos hizo un recital de ruidos guturales y nuestro italiano nos rompió la pituitaria. Y yo, aquel día que me dormí pensé que vivir allí no estaría tan mal.

EL ALJIBETRILLO:

Sus vistas nos impresionaron. Las tres estuvimos haciendo fotos como locas aquel segundo día. Cris tuvo la suerte de dar allí clases. Una mesa, un sofá y esas cristaleras mostrando el paraíso. El mismo cuarto que aquella noche se convirtió en una sala de fiesta, bebiendo, hablando… y mientras, eran testigos la alhambra desde allí arriba y una botella de ginebra.
Tenía un patio interior, igual que las otras, y fuera una terraza de invierno y otra de verano. En ésta unos granados con frutos prohibidos que al final sólo estaban un poco verdes.
Escaleras infinitas aquella noche, de la mano de un muerto que quería comer queso y lavarse los dientes. Sólo estuve esas dos veces pero fueron dos de los mejores momentos de nuestra estancia.

ALMUÑECAR:

Nuria tuvo que estar bien allí este verano. Una auténtica mansión, con un aire decadente. Debió ser impresionante en sus buenos años, cuando los cursos eran allí, ví alguna foto, fiestas en aquella terraza en la que yo casi treinta años después estaba dando clase con una pizarra descolgada.
Cosas de la vida, tengo una llave de esa casa en mi poder, así que nunca se sabe…



(Noviembre 2006)

viernes, 19 de enero de 2007

Capítulo 1: El final

He vuelto. La cama esta limpia y huele a mí. El cepillo de dientes más blando. Mi espejo me confirma que aunque el fin de semana de paréntesis ha ayudado, mis huesos se marcan en exceso. Las estrellas de mi cuarto siguen sin evaporarse, aunque tengo un nuevo planeta a mi lado que huele al mar de Almuñecar. La pintura de Klimt se ha quedado en el mes anterior; el jabón de manos huele a una suite en la que pasé pocas horas pero intensas. Aquí sigue haciendo demasiado frío, y una pila de ropa y un trabajo de tres días me esperan obviando mi ansiedad. Las caras en las fotos miran igual, sin saber que mi quemador y mi taza se rompieron, y que ya nunca volveré a ser la misma.

Volví para saber si quería volver, y para sentir que todo aquello tan bueno había sido real. Me dejó su casa y sus amigas, y me ha prometido una visita a esta ciudad, para traerme un trocito de aire fresco, de Graná. Me ofrecen cama y amistad de la de verdad, futuros profesionales juntas que seguro que funcionarían. Me ofrecen quedarme, con la promesa de que jamás sentiré que me falta todo lo demás. Me venden Granada con un brillo en los ojos que hace imposible dudar, así seguiré más cerca su boda. Siento que podría quedarme horas dentro de esa estrella azul, escuchándole cantar, y rodeada de ellos, desconocidos pero amigos. Gracias Berta.
Pero me tengo que quedar. Esta es mi realidad, y sólo cuando esté resuelta, decidiré si es Granada u otra ciudad. Eso sí, Granada ya esta dentro, con todo lo demás.

(Octubre 2006)

Capítulos de Granada

Poco a poco colgaré los capítulos que os fui mandando, más el último, inédito. Es lo justo para ellos. Besos.

miércoles, 10 de enero de 2007

Me huelo las manos de manzanilla mientras leo las postales que vienen de la tierra que planeé visitar. No había tenido tiempo y tengo que reconocer que me han hecho ilusión.
Me miraba con sus ojos vidriosos que esconden el carácter más fuerte del mundo. Para lo bueno y para lo malo. Todo se le escapó de las manos y aunque intentaba controlar los días, las actividades, sus sueños eternos y labios azules le han hecho cambiar de planes. No todo esta bajo nuestro control y eso fastidia. Esa herencia la llevo en la sangre.
La tensión acumulada no me deja dormir. Y el hijo de la medianoche hoy estaba lejos, o quizá lo estaba yo, que llevo días sin pensar, sin parar y no tengo ganas de misterios.
A él le basta ese bote de oxígeno. Ella necesita el aire del sur para no ahogarse. Aun con su lesión vuelve. Yo también lo haría. No tengas miedo, la soledad es un estado de ánimo.
Dos briscas y un fragmento de su vida, una foto con el tubo en la nariz. 60 años de nicotina y Nueva York sin ver. Pero un futuro de reyes en otro orden, de web cam y messenger escoltado con bombona. Una moto para correr.
Podría estar horas buscando una camiseta en mi cuarto y los apuntes no se dónde los dejé. No tengo mango para el insomnio y me quejo porque sumida en el caos hay quien ya no quiere saber. Me faltan gestos y llamadas.
Pero que más da si ella esta ahí incluso en sus días de pena infinita. Si me compra pantalones por encargo y me regala horas de paciencia. Si planeamos viajes sin dinero y sin vergüenza y hace un poema por mí. Si me espera un café con su labia de abogado y llama siempre para saber. Si puntualmente recibo su llamada de fin de semana y aunque no hablemos y aunque sólo riamos y elogiemos a baco y sigamos sin saber y nos hayamos descolgado, llama.
Mañana jugaremos a las cartas, planearemos para controlar. Se quejará por los pinchazos y se reirá otra vez.

miércoles, 3 de enero de 2007

Avo


"la tragedia de la vejez no es ser viejo, sino ser joven" (El cuadro de Dorian Gray de Oscar Wilde)

Primera foto del año


Feliz 2007

Cuando sintáis que las palabras se secan y los recuerdos no dejan dormir. La nostalgia te apuñala y tratas de controlar mientras todo cambia sin pausa para asumir. Cuando nos dejamos mecer en el vavivén de la vida como un niño que no tiene capacidad para decidir.
Cuando esto suceda, pensad que la vida da sorpresas. Te regala nuevos amigos, planetas a los que escaparte sin sentir que es una huida. Te detiene el tiempo en el lugar en el que eres tú. Te da días llenos de horas y te enseña a reciclarlas. Cuando sólo ves en blanco y negro, te ofrece miles de detalles que devuelven el color.
Os deseo para el 2007 miles de sorpresas. Ganas de que pasen días y años sólo para saber que la vida te dará regalos inesperados y maravillosos que siempre nos salvarán.
Feliz 2007

Bienvenidos

Bienvenidos a mi nuevo blog. Hace uno año, tuve uno, Almizcle, que se ha perdido en el espacio y en el tiempo. He decidido comenzar éste como una terapia, busco un efecto catártico. Así también dejaré de mandar mails, quien quiera y cuando quiera puede venir aquí. También recordar que tengo otro blog, el Ojete de Granada, aunque no es sólo mio. Disfrutad.