domingo, 18 de marzo de 2012

¿En qué estrella estará?

Congestión y tos. Día angustiante. Visita oxigenante. Una copa empapa el suelo. Parece un bar, como otras veces, pero sin vosotros. Sin ti. Y entonces tú. Constante en mis últimos seis años. Silvio de fondo. Y la certeza de que te debo mucho. Te debo generosidad, con los tuyos, con tu casa, con tu ciudad. Te debo tiempo, explicaciones. Te debo mi luz. Seguro que te debo alguna copa, que me voy a beber por ti, ahora, sola, contigo. No sé bien que te ató, por qué quisiste quedarte. Decidiste aguantar horas cambiadas, borracheras ajenas, y camas que no eran tuyas. Paraste los segundos si te necesitaba. Me visitaste en días inciertos. Me regalaste tiempo naranja, lunas azules, tazas de té, cajas de viajes. Me prometes futuro, sin contar con el tuyo. Te he echado de menos, y eso que nunca te has ido. Gracias infinitas.

viernes, 4 de marzo de 2011

Última visita

No quiero que se me sequen las palabras y el dolor. Lo mejor es escribir así, vomitando. Tengo un libro menos (que nunca llegué a leer) y una cicatriz más. Sabía la respuesta y aun así decidí ir. No he sido valiente, he sido egoísta. Sé que mi visita le trastocará la vida unos días, yo estoy arriba y sé lo que es tener a alguien cercano sumido en aguas profundas, y sé que mi acto sólo le hundirá más. Necesitaba cerrar la herida. Necesitaba seguir mi lógica y no la suya.
Cuando oí sus pasos por el pasillo, recordé su ruido, el olor a tabaco y las galletas de chocolate, yo también lo había apartado, obligada. Y el nudo se me puso en el estómago. Tuve la certeza de la respuesta al sentir su abrazo duro.
Fumamos en nuestros sillones, y por unos minutos nos miramos y hablamos como entonces. Comprobé su estancia allá abajo y sentí que a mí no me tocaba sacarle a la superficie. El peso de los dos años cayó como una losa y le eché mucho de menos, por el pasado y por el futuro.
Él no sabe que fue la última persona en verme. Que las máscaras se incrustaron en mi cuerpo y nunca más me di a conocer. No sabe de mi lucha. Hoy no he tenido opción a mostrarme, pero lo hubiera hecho. Tiene ese poder.
Le he visto, he sentido su dolor, he visto su mirada. Hasta que la ha bajado y no la ha vuelto a subir. Entonces mi nudo se me ha subido a la garganta, el silencio se ha apoderado de la estancia y he apurado el cigarro y el dolor. Ya está, he pensado, si lo sabías, ¿por qué lamentarse?
Siento haber ido a remover su vida. Siento el sms como última palabra. Necesitaba tener mi luto.
Espero que alguien o algo le recuerde que puede bucear hasta arriba, aunque yo no sea testigo.

lunes, 28 de febrero de 2011

Despedida

Me monté en el coche con los nervios de no haber dormido, de tener que volver, de subir esas escaleras, entrar en ese baño, apagar el cigarro en ese cenicero testigo de secretos, cuchicheos y ansiedades.
La música me acompañaba en mi estado de ánimo. Nerviosa pero contenta. He vencido de nuevo. Los días agónicos ya son pasado. Ahora el ansiado futuro, incierto, pero real.
No sentí que fuera una despedida. Sólo un leve escozor al fumar con ella, en esos bancos desconocidos. Ni siquiera hemos podido tener nuestra última charla en la terraza que tanto nos ha unido. En la que sentí mi último nudo cuando se negó a besarme y se quedó de espaldas mirando a la piscina. Estaban flojas, ellas todavía están en sus días inciertos.
La vuelta ya fue diferente. En tan sólo siete kilómetros intenté no pensar en que han sido más de dos años con ellas. Muchas horas, muchas cosas, muchas sensaciones. Les debo más de lo que imaginé; la mitad de esta ciudad, aunque a veces haya sido gracias a algún bofetón de humildad, pertenece a ellas. Así que ésta es una auténtica declaración de amistad.
Cuando entré, la sensación de temporalidad estaba demasiado presente como para crear lazos eternos. Le tenía a él, y a los de siempre; demasiados cambios para volver a conocer. Serían unos meses, mi nueva gente era otra, la de los viernes y sábados, la de las fiestas, la de las clases aburridas pero compartidas. Ese era mi futuro, la razón de mi regreso y de mi dinero, tiempo y energía.
No fue fácil. Lugar hostil donde los haya, tienes que andar con la pistola cargada y sentir que sólo sobrevives si aprendes a callar, a escuchar y a apuntar. Eso no ayuda a la confianza. Pero fui cambiando. Las cosas fuera se iban normalizando y alejando, y mis horas dentro se alargaban. Te veías, al principio sin querer, compartiendo vidas, pensamientos, ilusiones, para acabar aprendiendo que hay gente que no eliges, diferente a ti, y que te enseña a ceder, a empatizar y, sobre todo, a respetar.
Cuando el ambiente tenso comenzaba a comernos, los lazos de amistad se iban tejiendo con hilos de confianza, familiaridad, lealtad. Con ganas de compartir fuera de esas paredes de papel. Con la certeza de que eran ellas las que me salvaban de la frustración.
Nuestras mesas se han quedado vacías. Pero hubo agendas llenas de frases memorables. Hubo fotos de siestas, books de embarazos, mails secretos. Miradas, gestos cómplices. Comidas escatológicas, Fermín en la piscina. Llantos de rabia, de dolor, de nervios, pero sobre todo de risa. Llamadas de horas al atardecer. Cervezas, cumpleaños y quedadas fuera. Muchos secretos encerrados en cajas de lealtad. Nos conocemos tan bien…
Mi friqui favorita me ha enseñado sobre excels, access, y sobre profesionalidad. Siempre discreta y respetuosa, me abrazaba con ojos llorosos al final, desde allá arriba. No sólo por esas piernas envidiables. Arriba, porque su inteligencia y su versatilidad están muy por encima de la del resto. Que pena que no lo sepan ver.
Con ella hay menos horas compartidas, pero tengo una lámina llena de fotos, y unos últimos meses de llamadas e ilusiones cómplices. La frustración y la certeza de que no era nuestro sitio nos ha unido sin buscarlo. Siempre tan cariñosa, una mirada de ayuda por aquí, un abrazo por allá… Estos días, ya fuera, hemos seguido compartiendo la ilusión por lo nuevo. Seguro que va a tener suerte, las buenas personas la tienen.
Ella fue mi último descubrimiento. Hay veces que no se elige. Uno se lleva o no se lleva. Comparte o no comparte. Le debo un par de cañas que me han salvado los últimos días. Le debo mucho. Me quedo con su riesgo, con su lealtad, con su secreto compartido. Días tras día me ha demostrado que no sólo tengo su ciudad de origen, modo de vida, profesionalidad e integridad. Tengo su amistad. Y así, con esa suavidad que le caracteriza, se ha convertido para siempre en una intocable.
Buscar palabras para ella se me hace complicado. Estos días he sufrido su sufrimiento. He llorado sus lágrimas y he sentido sus pesos. Un día nos casamos y, aunque bromeamos, quizá nos hemos unido sin remedio y no hay nada ya que nos separe. Lo nuestro es un caminito cavado con el tiempo. Un poco de comprensión por aquí, unas cañas fuera por allá, una visión parecida de las cosas, una nota en un papel verde, un querer a quien yo quiero, un diseño de m&m, un apoyo incondicional… No todo el mundo ha sabido ver. Yo tengo suerte. Yo la veo. Y este final tan sólo es un principio para nosotras.
Y ahora, mi parte más díficil, mi despedida más dura, mi echar de menos más profundo. Ella. Sin ella probablemente no habría aguantado tanto. Sin su ayuda, sin te saco a la terraza y te doy un bofetón, o te doy mi hombro, o te doy mi oreja. Mi Pili, o Mili, ya ni lo sé. Siempre argumentando que el trabajo no está para hacer amigos, desde el primer día a mí me demostró otra cosa. Nadie sabe, nadie ve. Tiene tantas máscaras como virtudes, y me siento afortunada porque me cuesta tan poco desarmarla como quererla. Recuerdo el primer día, su ausencia, que no sabría que sería tan costosa en otras ocasiones. Su dureza de las primeras semanas me era compensada con su sinceridad. La supe ver enseguida, la supe entender. Y ella a mí. Ha compartido su comida, su casa, su pasado, su tripa y sus secretos. Ha tenido la llamada oportuna cuando sabía que no estaba bien. Me ha sacado de la oreja para que viera la razón de su armadura. Nos basta una mirada para entendernos. ¡Qué bien nos entendemos! ¡Cuánto la voy a echar de menos! Tenemos unas milanesas a la napolitana pendientes. Y un desayuno en plena baja. No me quiero perder su tripa, ni la cara de Alba. Ahora ordeno bolis y despejo mi mesa sonriendo, soy más íntegra y he aprendido de profesionalidad, de constancia. Y todo se lo debo a ella.
El viernes no sólo recuperé el neceser, también la libertad. Voy a volver a escribir seguro, y a tener ilusión. Recuperaré tiempo, risa. Perderé la frustración y el sentirme atrapada. Eso sí, una parte de mí se quedará ahí para siempre, con vosotras.

viernes, 1 de octubre de 2010

Barrio

Es curioso pero no pasa un día que no piense que quiero volver a escribir. Siempre me ha ayudado, me ha aclarado pensamientos, me ha canalizado dolores, me ha hecho sentir mejor. Les debo párrafos a ellas, con las que paso más tiempo del que imaginé. Me salvan días de autoestima por los suelos y me inyectan dosis de humildad. También a ella, que volvió a mi vida como un huracán, tal y como ha sido siempre y con tantos cambios que no tendría letras suficientes para explicar. Y a su padre, un auténtico fan que siempre reclama mis entradas. A él, no es que le deba, es que ha sido mi mayor inspirador, con su amistad sincera, sus llamadas rutinarias y tranquilas desde hace años, para recordarme que no siempre me rodeé de fatalistas. Les debo a todos los que han cambiado, para bien, para mal, pero que han conseguido que vea las cosas con más claridad. Le debo una entrada a la música, que me tiene preocupada con su insistencia en hacerme mal. La nostalgia ya no gusta, duele. A esta ciudad que me atrapa y me ata sin querer. Le debo a los de siempre, me gustaría encontrar las palabras exactas para quitarle el dolor a ella y no hay día que no querría explicarle a él lo cómplice que es. A ellos, después de todos y la vorágine de lo esperado; son los que quedan, los nuevos que no saben, a los que siempre quiero ver. Debería escribir sobre mi familia, la distancia hace valorar, ¡qué suerte tengo! A ellos, siempre tan lejos y tan cerca… siguen siendo las despedidas más dolorosas. A él, la cercanía, la rutina me hace olvidar que me salvó. Pero es mi compañero, es mi cabeza y es mi vida.
Pero hoy va para ti, Javi. Son muchos años. Parece que fue ayer cuando bailé contigo. Casi no te recuerdo en clase, tengo fotos pero no te sé reconocer. Hace tanto que entraste en mi vida sin yo querer.... Siempre en la distancia, siempre con intermediarios. Ahora te leo, te sigo y siento que quizá malgasté el tiempo, estabas ahí y no te veía. Te sentí en cada pared de Hortaleza, en cada frase de Mel. Y desde entonces te tengo en la cabeza, busco con avidez tus pensamientos, uno a esta edad ya elige, y esta vez no lo me lo quiero perder. Quiero cenas, y cañas, y bailes para recordar. Quiero leer tus artículos e identificarme. Él un día te metió en mi vida, y ahora, sí, ahora, le doy las gracias.

sábado, 20 de marzo de 2010

Con gran esfuerzo

Quizá es tu sombra que me sigue en silencio y me engancha sin remedio a tu barrio. O quizá es la ciudad, mía en sus carreteras, tiendas y bares, pero que se muestra dura como una piedra y no se deja patear. Quizá es la cercanía de todos y lo lejos que están. Tal vez son los nuevos, que nunca vieron el antes y que no reconocerían ni la mitad. Aunque seguramente es que ya no tengo la paz del insomne, y lo pago con él. Son todas las horas perdidas que sólo salvan ellas. La sensación de temporalidad. Seguramente es que el tiempo me ha adelantado y estoy tan cansada que no puedo correr. Son los cambios impredecibles y tan rápidos que no los puedo digerir y que impiden recrear el pasado, tal y como lo hacía ayer.
El caso, es que me he quedado seca de palabras.

lunes, 15 de junio de 2009

Tres meses. 8 de Marzo al 8 de Junio.

Era tu calle. Pero al ser la búsqueda por Chamberí no me sorprendió. No recordaba que ese era el número pero al ver la fachada supe que aquel edificio de 105 años era el tuyo. La habitación era minúscula. Quizá fue tu despensa, vacía durante años. O tal vez ahí dormía la chica que os chantajeaba con hablar. Nunca lo sabré. Nunca podrás saber que de peletería paso a ser un piso compartido; y que pude ver tu infancia setenta años después.

"Por primera vez en mi vida he sentido el significado de la palabra nunca". La elegancia del erizo. Muriel Barbery.

Nunca me veras con mi anillo al dedo vestida de azul. Ni todas las fotos que sigo haciendo influida por tu amor a la memoria.
Ya nunca escucharé que viste un hombre sin cabeza, ni podrás numerar las aceras que no bombardeaban. Me quedaré con mil preguntas de mi nueva ciudad.
Nunca mas podré mandarte mails, ni hablar con el ojito, ni dejarte un libro, ni fantasear con unir tus historias contadas y que callabas, para escribir un libro.
Nunca mas escucharé tu voz ni sentiré tu olor. Nunca. El nunca más rotundo.

Pero me quedan tus fotos y videos. Los juegos de cartas a las ocho de la mañana los sábados. Paseos en moto, ir de compras, meriendas y comidas, veranos al mar. Regalos gigantes, la vitalidad. Muchas cosas....tantas...de esas que siempre me van a acompañar. Nunca las voy a olvidar.

martes, 24 de febrero de 2009

Domingo

Quizá si hubiéramos salido un poco antes, o después. O no nos hubiéramos parado a comprar el periódico. O tú, quizá, sacar una foto menos. O pararte a comprar algo en el rastro. Pero no, salimos, compramos el periódico, cogimos el metro y, a nuestro ritmo, bajamos por el rastro hasta ver el puesto. La cola era tan larga que la señora que vendía las pulseras protestaba, no podía pasar la gente. Tú saldrías de misa, recorrerías a tu ritmo, y acabaste en aquella cola de bocadillos baratos. Llevábamos diez minutos esperando. Yo me había acercado a la otra tienda, por si merecía la pena cambiar de lugar. Entonces vi a tu madre. Igual que siempre. Con la cámara de fotos colgada del cuello y observando todo sin reparar en mi presencia. Un nudo me subió del estómago a la garganta, que terminó en taquicardias cuando te busqué y te vi con ella tan sólo dos puestos por delante. Le apreté la mano, aterrada, por si no me entendía y tenía que otra vez girar la cabeza para apremiarle, y, sin querer, nuestras miradas se cruzaban. Y así nos fuimos. Con un halo de derrota por no convencerte de no renunciar a la amistad. Y el poso de nostalgia me acompañó por la latina.