Paseo tratando de adivinar si se me notará en la cara, la ropa, los ademanes, si se me verá pinta de extranjera, de pasear sin prisa, sin estrés, sin carpeta ni portátil. Me siento a leer, pero levanto la cabeza de vez en cuando, me siento observada, o pierdo mi espacio vital y la seguridad de mi mano en el bolso.
Cansada de observar todo a lo que me voy acostumbrando, pienso en que harán unos y otros. En la hora, el sitio, y lo que echo de menos. Llegan noticias tristes que me hunden el alma durante horas, y otras alegres que se multiplican de ilusión por los kilómetros de distancia. Veo fotos, nuevas, que intenten reflejan algo de lo que estoy viviendo. Antiguas también, que presiden mi pared y mi ordenador. Mi vida en poco espacio.
Reclamo atenciones, pero la gente sigue el ritmo frenético, y yo voy dando pasitos en otro tiempo.