domingo, 25 de noviembre de 2007

Homenaje a Fernando Fernán Gómez

Mi amigo J. Barrio me envió esto por mail y la verdad es que merece la pena leerlo...

TRIBUNA: F. FERNÁN GÓMEZ

El abrazo de la lectura

El libro se abre ante nosotros como se abre de piernas la amante entregada y posesiva. Como abren los brazos para acogernos el amigo y el familiar .En mi prehistoria se abrieron para mí los brazos diminutos, débiles y sucios de los primeros cuentos de calleja. Ya entre ellos se observaban diferencias sociales. Los más baratos cabían en la palma de la mano, su letra era casi ilegible y tenían las mejillas manchadas de tiznones como de carbón o de tinta de escribir palotes, curvas y garrotes. No parecían pensados para que los leyeran los niños, sino las abuelitas, desojándose, al borde de la cuna. En cambio, los más caros, en octavo, se leían con facilidad y tenían letras de oro en la portada.

Vinieron después los libros de aventuras. Cuando aún no se ha llegado a la adolescencia, cuando aún no nos han amaestrado y no nos han inyectado en el cerebro la suficiente cantidad de resignación, nos asombra dolorosamente la monotonía de la existencia. ¿Cómo es posible -se pregunta el niño-, haber pasado ocho años padeciendo esta sórdida repetición cotidiana? Los libros de aventuras, con su mentira piadosa, le abren las puertas de la esperanza.

Los libros escondidos. Los libros secretos. Hay que tenerlos debajo de los libros de texto. Leerlos cuando no nos ven nuestros mayores o los profesores, en el colegio. Son libros de aventuras, novelas folletinescas, policiacas. Y muy pocos anos después -no años, meses-, novelas pornográficas. Qué inefable placer me proporcionan esas lecturas. Aldous Huxley dijo: "una orgía real nunca excita tanto como un libro pornográfico". Y con esto no intento sugerir a nadie que abandone las orgías.

Pero también el libro tiene enemigos entre los de su propia especie. En mi caso personal, fueron los libros de texto del bachillerato. Qué repulsión, qué aversión me inspiraron. Odio al libro, odio a la lectura, odio al conocimiento. Por fortuna, había en Madrid muchísimos puestecillos callejeros en los que vendían a mitad de precio noveluchas de segunda mano, o de tercera o cuarta, sobadas y requetesobadas, noveluchas de aventuras, policiacas y también verdes. Aquellos puestecillos hicieron que se conservara vivo mi amor al libro, que los catedráticos escritores habrían conseguido asesinar. En la guerra de libros -como no puede ocurrir en las guerras de verdad-, ganaron los pobres.

Aparecieron después los que algunos consideran enemigos del libro: el cine, la radio, la televisión... son, es cierto, otros medios de difusión de la poesía, y también de la música y de las artes plásticas. Pero, aunque enemigos en cierto aspecto, es dificil que derroten al libro, ni creo que pongan en ello interés. El libro les lleva la ventaja de la corporeidad, de la cercanía. El libro lo tengo, lo poseo, puedo incluso darle achares, no mirarlo, no leerlo y, sin embargo, conservarlo. No es efímero. Puedo también tenerlo en las manos, acariciarle el lomo como a un perro amigo, hojearlo, sobarlo, puedo besar algunos de sus renglones si me han conmovido. Tanto si es un libro lujoso, encuadernado en suave piel, como si es un libro popular, de los que se doblan y se pliegan sumisos para ser leídos en la cama, con los que uno puede acostarse sin muchas dificultades.

Echo una mirada a la biblioteca. Cuántos libros en ella que ha devorado el olvido. Y cuántos que ya no podré leer. Quiero decirles a esos libros que no leeré nunca, que no se sientan despreciados. Sí sé que no los leeré es porque estoy en esa edad en la que al tiempo se le ve volar como a un gorrión asustado, en la que se nos escapa como agua en un cesto, en la que huye como algunos queridos recuerdos. Pero al decir adiós, que un libro me abra sus brazos y repose sobre mi pecho.

Gracias Javi.

sábado, 24 de noviembre de 2007

22/11/07

El insomnio me ha pinzado en el estómago y no me deja respirar. No es la burocracia, a la que creo que he vencido. Hay enero. Y hay viaje en febrero.
Puede ser eso. Fines de semana que se cuentan con las manos. Pánico a no recibir recetas de quiche, a no ser tan feliz.
Puede que les eche de menos. Siempre hay alguien que no está. Y te agarra un dolor en el ombligo que te sube a la garganta y te susurra que a partir de ahora, aunque ganes, siempre habrá pérdidas.
Puede que flojees y que sea así hasta terminar. Aunque sean muchas las serpientes con las que has tenido que luchar, siempre llega la debilidad.
Mira las estrellas de tu techo. El insomnio irá contigo, con los miedos, las heridas, los reflejos de banderas blancas.
Y ya, cierra los ojos. Mañana será otro día para ganar.

(Despiertaaaaaaaa, que te llama bien prontito porque ayer no te pudo salvar, para que a las nueve de la mañana le cuentes tus periplos universitarios. Despiertaaaaaaaa, que está ella con su amistad en forma de sms desde Argentina....¿qué decias anoche?)

jueves, 22 de noviembre de 2007

Una buena canción

SUEÑO CON SERPIENTES

«Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida:
Esos son los imprescindibles".

Bertolt Brecht

Sueño con serpientes,
con serpientes de mar,
con cierto mar Ay!
de serpientes, sueño yo.

Largas, transparentes y en sus barrigas llevan
lo que puedan arrebatarle al amor.

¡Oh!
La mato y aparece otra mayor
¡Oh! con mucho más infierno en digestión.

No quepo en su boca me trata de tragar
pero se atora con un trébol de mi sien
creo que está loca le doy de masticar una paloma
y la enveneno de mi bien.

¡Oh! La mato...

Esta al fin me engulle
y mientras por su estomago paseo
voy pensando en que vendrá
pero se destruye
cuando llego a su estomago
y planteo con un verso una verdad.

¡Oh!
La mato y aparece una mayor
¡Oh!
con mucho mas infierno
en digestión.
La mato y aparece una mayor
¡Oooooooh!

(Silvio Rodrígez)

En mi noche de insomnio recorde una vez que Raúl me la cantó. Hoy tenía que ponerla aquí.